petra machucana

  




Con un ratonazo en los círculos, se pueden ver las fotos de las peñas.   

Del subsuelo granítico de esta ciudad ancestral y celtíbera perduran estos pedruscos al sur de ávila, perdidos entre edificaciones a las que parecen prestar un plus de distinción añeja y bravía. Rocas que, una vez superado el temor atávico a los cartuchos de dinamita, dejan crecer su hirsuta cabellera de zarzas y escaramujos.

La piedra machucana está a la derecha y allí fue donde pasé mi primera juventud con mi amigo churrillo antes de que se destetara. A su resguardo encendimos el primer pitillo, él con sus diez añitos y yo con once. Era un celtas corto, sin filtro y con estacas, que nos dejó un sabor amargo y rasposo en la garganta. Lo cogimos de un paquete que había escondido un pastor en la tapia del convento, tapado con una lasca también de granito.

A ver este niño,  gritaba desgañitándose mi abuela paterna, que se ha vuelto
a ir a la peña machucana.
 Decía.


Fijémonos en la roca de la parte izquierda. La foto de google, de febrero de 2007, no refleja el estado actual del hospital provincial, soberbiamente recuperado para la labor sanitaria. Una vía reciente, la calle de bernardo herráez (napo!), atraviesa el terreno que extiende hacia el sur y la mole pétrea que se observa junto a la valla invade ahora la trasera del instituto jorge de santayana, el filósofo. No guardo recuerdo de ella, pese a su proximidad al resto, pero sí de don bernardo, preceptor que fuera de muchos de nosotros en el dioce.

La lancha del medio apenas levanta un metro del suelo. Además de indicar con precisión el norte geográfico, sirve de castillo del moro muza a los niños sin consola y de solejar para las adolescentes en la primavera. Solejar de las aves, jacinto herrero.

En la parte derecha de la fotografía, el grupo de preescolar que hay cabe a la valla del colegio toma el nombre de la peña, que dormita a sus espaldas en un recinto abandonado y lleno de desechos. Salto la valla derruida y tomo una fotografía de este parque temático de nuestra infancia, ahora un tanto inmundo, como sin duda debió ser la niñez en esa época en que el pueblo americano nos enviaba leche en polvo y trozos de un queso amarillento.



Enlace al mapa     Galería de fotos

dos de junio de dos mil doce